domingo, 18 de octubre de 2009

Daniel y el enano azul


Tras correr por el bosque durante una hora sin mirar atrás llegó a un claro. Los árboles se apartaron rápidamente de su camino y el enano azul salió a su encuentro. Fue como una exaltación, pues desde que su padre le contara aquel cuento para dormir Daniel siempre había soñado con encontrar uno y pedirle tres deseos. Sus miradas se cruzaron y un escalofrío comenzó a recorrer el cuerpecillo sudado del niño.

- Quiero un abrigo, tengo frío.

Y el enano sacó un abrigo de una saca que llevaba colgando a un lado.

Daniel, cuyos padres siempre le habían dicho que pensara mucho las cosas antes de decirlas, se detuvo un par de minutos pensando qué otra cosa poder pedir. Siempre había sentido intriga por saber qué pasaba dentro de los árboles cuando oscurecía, y también se había preguntado muchas veces si él sería capaz de encontrar el conejo blanco de Alicia. Tras una breve pausa que para el niño parecieron horas, se decidió a pedir su segundo deseo:

- Quiero poder trepar por los árboles y poder colarme por los todos los agujeros.

El enano azul metió una mano en uno de sus bolsillos, y lanzó un extraño polvo plateado sobre la cabeza de Daniel. Éste sintió un leve cosquilleo recorriendo su cuerpo, y poco a poco fue menguando hasta que el abrigo que acababa de pedir parecía tener el tamaño de un edificio de cuatro plantas. Se acercó corriendo a un árbol y comprobó emocionado que era capaz de trepar por él. Y comenzó a correr y correr tronco arriba hasta que encontró un hueco y se introdujo en él. En ese instante un rayo de luna se abrió hueco de entre las sombras del bosque e iluminó las gotas de rocío que albergaba el hueco en el tronco del árbol. Tras contemplar durante varios minutos su imagen reflejada en una de las gotas, Daniel comprobó aterrorizado que se había convertido en un escarabajo…

Y en ese instante se dio cuenta de que ya había pedido tres deseos…