- ¡Anda, qué curioso!, ¿qué nombre le has puesto?
- Pues la verdad es que no he sido muy original: hombre patata, o potato-man, in English.
- Pues… no es muy original, la verdad, pero el hombrecillo es super curioso. ¿Dónde lo encontraste?
- El otro día, en la frutería. Me había quedado sin patatas para la tortilla de patatas de los martes por la noche, así que fui a la frutería de la esquina, rebusqué entre el montón de patatas. ¿Sabes?, soy muy especial para las patatas: no me gustan ni muy grandes, ni muy pequeñas, y a poder ser de las rojas sin lavar (son las mejores para hacer tortillas).
- Vaya, pues va a ser por eso por lo que a mí no me sale tan buena la tortilla…
- Y bien, ahí estaba yo rebuscando las patatas perfectas, cuando de repente, ¡zas!, el hombrecillo apareció colgando de una de las raíces de una preciosa patata roja.
- ¿Y qué hiciste en ese momento?
- Pues me quedé atónita: nunca había visto nada igual: un hombrecillo de unos ocho centímetros de largo, con un mono azul, camiseta de cuadros rojas y amarillas, y un sombrerito de paja… como los granjeros que aparecen en las películas americanas… Lo cogí con mi mano derecha mientras que con la izquierda sujetaba la patata, y me lo acerqué al oído, pues movía los bracitos con mucha rapidez y su rostro estaba tan colorado como la patata a la que se estaba enganchado.
- ¿Y pudiste comprender lo que te intentaba decir?
- Pues la verdad es que no, creo que habla algún idioma muy raro… o es que tiene un acento muy cerrado. Le pregunté al chico de la frutería por la procedencia de las patatas, y me dijo que las traen de la huerta murciana… así que supuse que era un murcianico mu cerrao… y por más que lo he intentado, no consigo entenderlo.
- Es muy gracioso, me encantaría tener un hombre-patata a mí también…
- Pues por ahora que yo sepa, sólo se ha descubierto este en España y otro en 1975 en un pueblo remoto de Carolina del Sur.
- Y si te diera dinero por él… ¿me lo venderías?
- ¡¡¡No!!!, es muy valioso, y casi se diría que un talismán. Incluso he llegado a un acuerdo con él, pues aunque yo no le entienda, parece que él sí me entiende a mí.
- ¿Sí?, ¿qué acuerdo es ese?
- Pues me lo llevo a las mejores fruterías para que él mismo elija las patatas que más le gustan, y a cambio mantiene a raya a todas las cucarachas de la casa.
- ¡Pues qué suerte que tienes hija…! ¡Ya tuviera yo un hombre-patata para mí sola!
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